Hoy hablamos de las tradiciones. ¿Pero qué son las tradiciones? Pues hay varias formas
de definir el término. Según la RAE, se trata de aquellas costumbres y
manifestaciones que cada sociedad considera valiosas y las mantiene para que
sean aprendidas por las nuevas generaciones, como parte indispensable del
legado cultural.
Yo me quedo con la definición de Wikipedia: lo que consideramos digno de constituir una parte de
nosotros. Me gusta el concepto “digno”, suena potente. A algunos (espero que no
solo a mí) nos recordará a la mitología nórdica, cuando Odín -padre de todos-,
ordenó forjar el Mjolnir, martillo del dios del trueno
Thor, y donde está inscrito “Aquel que empuñe este martillo, si
es digno de él, poseerá el poder de Thor”.
Pero bueno, volviendo al mundo real, veamos algunos
casos de tradiciones. Por ejemplo, comer un turrón en Navidad o vestir de negro
en señal de luto son dos tradiciones extendidas en varios países. Una de las tradiciones
más conocidas a nivel internacional es la Oktoberfest, principalmente por la
importancia que tienen las bebidas alcohólicas durante la misma. Se trata de
una feria que incluye juegos mecánicos y comida típica de Alemania, que recibe
a personas de diversas culturas y edades de todo el globo. El punto fuerte de
la celebración son las más de diez tiendas colosales de cerveza, que albergan a
un promedio de 5000 personas, en las cuales es posible saborear las principales
marcas del país. Es una fiesta cuyo comienzo data de 1810 y sigue vigente hoy
en día.
Las tradiciones, por lo
tanto, forman parte de la identidad, nuestro yo personal. Y, si (por ejemplo) la
primera Oktoberfest que se realizó (sin pensar que se acabaría celebrando año
tras año y, mucho menos, a nivel internacional) fue iniciada por una boda, ¿por
qué no vamos a ser capaces nosotros de crear tradiciones? Sí podemos, y en mi
cuadrilla no íbamos a ser menos. Una de nuestras tradiciones empezó cuando tres
de nosotros estaban jugando al Star Wars The Old Republic y, para pedirse el poder que cada personaje tiene y puede compartir
con los del grupo, decían “¡Dame la poweeeer!”. Y ahora, cuando uno dice
‘Poweeer’, el resto lo repite. Otra, siguiendo la misma línea que la anterior,
es que cuando uno de nosotros dice “un poquito”, el resto lo repite también.
Por último, aunque con el tiempo seguro que habrá más, es que cuando jugamos a
un determinado juego de cartas, donde pierde quien tenga la carta más baja, si
dos tienen –y lo saben- la misma carta baja, es tradición que pierdan juntos en
vez de cambiar su carta por otra posiblemente más alta. La verdad es que el artífice profeta de nuestras tradiciones ha sido el mismo, Julen (para una pequeña gran aportación que hace...), curioso.
Aquí termina la entrada, así que sin más y para
terminar, "un poquito de poweeeeer".