Es miércoles, ha sido un día largo y duro en la universidad, el día en que más tarde salimos y cuando tocan las asignaturas más pesadas. Estamos agotados, con mucho frío, y lo único que queremos es volver a casa y reposar. En el autobús de vuelta a casa, a las ocho de la tarde, vamos Jon y yo casi dormidos y con la mente en blanco. A lo largo del viaje solo decimos tonterías, consecuencia del tortuoso día, nuestras mentes ya no funcionan muy bien por hoy. Jon está masticando chicle, haciendo el amago de sacarlo de la boca con la lengua, y me pide que use mi imaginación para que le cuente algo sobre el chicle. He aquí lo que se me ha ocurrido:
La vida es como un chicle. Nunca sabes lo que te va a deparar. ¿Le gustará tu sabor a alguien? ¿Te escupirá nada más probarte? Nunca se sabe… Siendo positivos, puede gustar tu sabor. Vivirás feliz el resto de tu vida hasta que… ¡¡ZAS!! Tu sabor se ha apagado de repente. El chicle está al borde del precipicio, la lengua amenaza con sacarla de la boca. ¡Cruel destino le espera! Piensa en cualquier modo de salvarse. ¿Aferrarse a la lengua? ¿A algún diente? No, sería en vano… Todo sería inútil para evitar el desastroso final que le espera. El tiempo va pasando. A cada 1/125 segundos está más próximo a la muerte. Inevitablemente llega el momento: en un rápido acto la lengua, ávida de poder, expulsa el chicle con todas sus fuerzas esperando no volver a encontrarse con él. El chicle, falto de esperanza, es lanzado a demasiada velocidad para él y finalmente es empotrado con ferocidad contra el suelo. El chicle, ya sin un ápice de fe, se queda hundido en la calle, deseando que su final llegara lo antes posible. De repente, un cánido se le acerca, lo empieza a lamer y, con todo el entusiasmo del mundo, se lo lleva a la boca. El chicle, lleno de alegría, se deja llevar a una nueva vida llena de felicidad. FIN.
Moraleja: por muchos obstáculos que tengas en la vida, no te hundas, lo bueno se abrirá paso hacia ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario